martes, 25 de agosto de 2009

La humildad

La humildad es una gran virtud, sino la mas importante para acercanos a Dios.

De la página católico.org:

Etim.: del latín humilitas, abajarse; de humus (tierra)

Humildad: La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

"La humildad es la verdad" -Santa Teresa de Avila.
El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión mas correcta de la realidad.

"El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas." -San Francisco de Sales, 1567

mas sobre el tema (MUY recomendado): http://www.catolico.org/diccionario/humildad.htm

Breve resumen para poner en práctica la humildad:


  • La oración. Un cristiano sin oración es como un hombre sin alimentos; como un soldado sin armas, como un hombre sin alma. La oración diaria con Dios es el alimento para el alma. Si no alimentamos el alma con la oración (y con la Eucaristía, desde luego), nuestra misma alma desfallecerá, al punto que no tendremos fuerzas para batallar a las tentaciones. Recordemos que son 3 nuestros enemigos (el mundo, el demonio, y la carne), y nosotros, sin oración y sin Dios, somos menos que uno. Por ello, la oración es lo primero y lo último que debemos practicar. En la página citada (catolico.org) hay unos puntos muy importantes sobre el conocerse a uno mismo primeramente para lograr la humildad. Pero para conocernos a nosotros mismos, debemos orar mucho, porque no podemos conocernos a nosotros mismos, tal cual como Dios nos ve, sino oramos primeramente a Dios. Orar es hablar con Dios.
  • El silencio. Las personas que saben guardar silencio están a su vez creciendo a pasos agigantados en la Sabiduria (como don del Espíritu Santo). Quien sabe guardar su lengua, no solo está aprendiendo a ser mas humilde, sino también le está haciendo un bien enorme a su cuerpo; está evitando uno de los peores pecados, que es el pecado de la lengua. Santiago nos habla claramente al respecto. El dice:
"...Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.
Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo.
Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto.
De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas. Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque.
También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana.
Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre.
Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios.
De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.
¿Acaso brota el agua dulce y la amarga de una misma fuente?
¿Acaso, hermanos, una higuera puede producir aceitunas, o higos una vid? Tampoco el mar puede producir agua dulce." (Santiago 3, 2-12)

  • La obediencia. La obediencia sea, probablemente, lo que mas premie Nuestro Señor. Tanto Santa Faustina (quien vio a Jesús en su Misericordia), como Santa Margarita María de Alacoque (quien vio a Jesús en su Sagrado Corazón), las une notoriamente la virtud de la obediencia; incluso ante ordenes que parecían absurdas (Santa Faustina cuenta que tuvo que limpiar el piso de la habitación de una hermana mas de 10 veces porque la misma hermana le decía con irritación que seguía manchado, y Jesús mismo le dijo a Santa Margarita que anteponga la voluntad de sus superioras antes que la de Él, con el fin de que ella sea obediente). Juan Pablo II nos dice:

"La paz de la conciencia es la fuerza del creyente, su constancia en la obediencia a los mandamientos divinos es el manantial de la serenidad"

  • La Santa Comunión: En la Eucaristía encontramos el manjar mas preciado, que contiene en sí todas las delicias. Es Jesucristo mismo, en toda su Santidad, Poder y Gloria y mas aun, Misericordia, que se hace presente en la especie de pan y vino para unirse a nosotros. Es Dios mismo que se hace alimento para el alma, a fin de unirnos a Él en la caridad, y alimentar asi nuestra alma hasta perfeccionarla. No puede existir humildad solamente con la oración, porque la oración sin la Eucaristía es como percibir de lejos lo que deseamos, mas no hacerlo propio. Y no se puede prescindir de la Eucaristía para poder perseverar en la misma oración, silencio y obediencia. La Eucaristía es el principio y el fin de todo propósito que nos hagamos, ya sea desde el más mínimo, hasta el propósito de la vida.