lunes, 1 de febrero de 2010

Decreto de Indulgencias

Se enriquecen con indulgencias actos de culto realizados
en honor de la Misericordia divina.


"Tu misericordia, oh Dios, no tiene límites, y es infinito el tesoro de tu bondad..." (Oración después del himno "Te Deum") y "Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..." (Oración colecta del domingo XXVI del tiempo ordinario), canta humilde y fielmente la santa Madre Iglesia. En efecto, la inmensa condescendencia de Dios, tanto hacia el género humano en su conjunto como hacia cada una de las personas, resplandece de modo especial cuando el mismo Dios todopoderoso perdona los pecados y los defectos morales, y readmite paternalmente a los culpables a su amistad, que merecidamente habían perdido.

Así, los fieles son impulsados a conmemorar con íntimo afecto del alma los misterios del perdón divino y a celebrarlos con fervor, y comprenden claramente la suma conveniencia, más aún, el deber que el pueblo de Dios tiene de alabar, con formas particulares de oración, la Misericordia divina, obteniendo al mismo tiempo, después de realizar con espíritu de gratitud las obras exigidas y de cumplir las debidas condiciones, los beneficios espirituales derivados del tesoro de la Iglesia. "El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre y, mediante el hombre, en el mundo" (Dives in misericordia, 7).

La Misericordia divina realmente sabe perdonar incluso los pecados más graves, pero al hacerlo impulsa a los fieles a sentir un dolor sobrenatural, no meramente psicológico, de sus propios pecados, de forma que, siempre con la ayuda de la gracia divina, hagan un firme propósito de no volver a pecar. Esas disposiciones del alma consiguen efectivamente el perdón de los pecados mortales cuando el fiel recibe con fruto el sacramento de la penitencia o se arrepiente de los mismos mediante un acto de caridad perfecta y de dolor perfecto, con el propósito de acudir cuanto antes al mismo sacramento de la penitencia. En efecto, nuestro Señor Jesucristo, en la parábola del hijo pródigo, nos enseña que el pecador debe confesar su miseria ante Dios, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo" (Lc 15, 18-19), percibiendo que ello es obra de Dios: "Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15, 32).

Por eso, con próvida solicitud pastoral, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, para imprimir en el alma de los fieles estos preceptos y enseñanzas de la fe cristiana, impulsado por la dulce consideración del Padre de las misericordias, ha querido que el segundo domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la gracia, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la Misericordia divina" (cf. Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, decreto Misericors et miserator, 5 de mayo de 2000).

El evangelio del segundo domingo de Pascua narra las maravillas realizadas por nuestro Señor Jesucristo el día mismo de la Resurrección en la primera aparición pública: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).

Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria, como se indicará más abajo, para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo, y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos.

De esta forma, los fieles vivirán con más perfección el espíritu del Evangelio, acogiendo en sí la renovación ilustrada e introducida por el concilio ecuménico Vaticano II: "Los cristianos, recordando la palabra del Señor "En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros" (Jn 13, 35), nada pueden desear más ardientemente que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual. (...) Quiere el Padre que en todos los hombres reconozcamos y amemos eficazmente a Cristo, nuestro hermano, tanto de palabra como de obra" (Gaudium et spes, 93).

Por eso, el Sumo Pontífice, animado por un ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la Misericordia divina, por los abundantísimos frutos espirituales que de ello pueden esperarse, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los infrascritos responsables de la Penitenciaría apostólica, se ha dignado otorgar indulgencias en los términos siguientes:

Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti"). Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas.

Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").

Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria.

Los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".

Este decreto tiene vigor perpetuo. No obstante cualquier disposición contraria.

Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 29 de junio de 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.


Luigi DE MAGISTRIS
Arzobispo titular de Nova
Pro-penitenciario mayor


http://www.ewtn.net/spanish/prayers/Misericordia/Decreto_Indulgencias.htm

viernes, 22 de enero de 2010

Historia del Mensaje de la Divina Misericordia

Historia del Mensaje de la Divina Misericordia

El mensaje es un recordatorio de lo que la Iglesia siempre ha enseñado: "que Dios es misericordioso y que él perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y perdonar".

En la devoción a La Divina Misericordia este mensaje asume un nuevo y poderoso enfoque, ya que nos llama a una comprensión más profunda de que el amor de Dios no tiene límites y que está disponible a todos, especialmente al pecador más grande: "Cuánto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia" (II,151).

Entre los elementos de este nuevo devoción figuran: la imagen de Jesús Misericordioso, varias oraciones confeccionadas por Santa Faustina y los mensajes que Jesús le fue dando durante sus apariciones. Pero los elementos principales son la confianza y las obras de misericordia.

La historia del origen y de la difusión del mensaje de La Divina Misericordia y de su devoción por todo el mundo, resulta en una interesante lectura. Comprende apariciones y revelaciones extraordinarias, respuestas milagrosas a oraciones, un escape dramático de una Polonia devastada por la guerra, una prohibición temporal del culto por la Iglesia y el fuerte apoyo del Papa Juan Pablo II, que muy probablemente será llamado por los historiadores "el Papa de la Misericordia".

Los escritos de Santa Faustina Kowalska, una monja polaca sin instrucción, perteneciente a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, en Polonia, constituyen la fuente del mensaje y de la devoción.

Alrededor de 1930, al obedecer a su director espiritual, el Padre Michal Sopocko, Sor Faustina escribió un diario de unas 600 páginas y así documentó las revelaciones que ella recibía sobre la misericordia de Dios.

Aún antes de su muerte en el año 1938, la devoción a La Divina Misericordia, según está revelada en su Diario, se había comenzado a difundir. Durante los trágicos años de la II Guerra Mundial (1939-1945), la práctica de esta devoción aumentó en fuerza debido a que la gente por toda Polonia y Lituania se dirigió a Jesús Misericordioso para recibir consolación y esperanza.

La Congregación de los Marianos

En 1941, el Padre Jósef Jarzebowski, miembro de la Congregación de los Marianos de la Inmaculada Concepción, llevó la devoción a los Estados Unidos desde Polonia. Al principio, el mismo Padre Jarzebowski estaba escéptico acerca de las gracias maravillosas supuestamente recibidas por los que se entregaban a la Divina Misericordia. Pero, en la primavera de 1940, el Padre prometió que si llegaba sano y salvo a casa de los hermanos marianos en los Estados Unidos, pasaría el resto de su vida difundiendo la devoción y el mensaje de La Divina Misericordia.

Un año más tarde, tras un viaje increíble de Polonia a Lituania, y después, a través de Rusia y Siberia a Vladivostok y de ahí al Japón, el Padre llegó al suelo norteamericano. Fiel a su promesa, enseguida empezó a distribuir información sobre el mensaje y la devoción con la ayuda de las Hermanas Felicianas en los estados de Michigan y Connecticut. Poco después, también sus Hermanos se involucraron intensamente en esta promoción. Tras varios años de actividad desde Washington, D.C., en 1944 establecieron el "Apostolado de la Misericordia de Dios" en Eden Hill ("la Colina del Edén") en Stockbridge, Massachusetts. Actualmente, este sitio es la sede del Santuario Nacional de la Divina Misericordia y el Marian Helpers Center ("el Centro de los Auxiliadores Marianos"), que es una moderna casa editorial de la literatura religiosa y centro internacional de la devoción a La Divina Misericordia. Ya en el año 1953, unos 25 millones de ejemplares de la literatura sobre La Divina Misericordia habían sido distribuidos por todo el mundo.

Prohibido por la Iglesia

Durante los años 1958 y 1959, la profecía de Sor Faustina sobre la aparente destrucción del trabajo de divulgación de La Divina Misericordia (I,160) empezó a cumplirse. La Santa Sede que había recibido traducciones erróneas y confusas de selecciones del Diario, que no se podían verificar debido a las condiciones políticas existentes, prohibió la difusión de la devoción de La Divina Misericordia en las formas presentadas en los escritos de Sor Faustina.

Durante el tiempo de la prohibición, los marianos siguieron difundiendo la devoción a la misericordia de Dios, pero en obediencia a Roma, basaron el mensaje y la devoción de La Divina Misericordia en las Sagradas Escrituras, la Liturgia, las enseñanzas de la Iglesia y las revelaciones de nuestra Señora en Fátima.

La revocación de la prohibición

Veinte años mas tarde, en 1978, se revocó por completo la prohibición, gracias a la intervención del entonces Arzobispo de Cracovia, el Cardenal KAROL WOJTYLA (el actual Papa Juan Pablo II).

Gracias a sus esfuerzos, en 1965 se comenzó un proceso informativo sobre la vida y las virtudes de Sor Faustina. El resultado exitoso de este proceso impulsó la apertura de la Causa de Beatificación de Sor Faustina en el año 1968.

En una nueva "Notificación" del 15 de abril de 1978, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, cambió su decisión original, revocándola. Después de revisar muchos documentos originales que no estaba disponibles en 1959, esta Congregación declaró que la prohibición del año 1959 ya no era válida.

Seis meses después, el Cardenal Wojtyla fue elegido Papa Juan Pablo II.

Animada por la preocupación de carácter pastoral de Su Excelencia Joseph F. Maguire, Obispo de Springfield, Massachusetts, la Congregación de los marianos pidió una explicación oficial de la "Notificación" del año 1978. Al obispo le interesaban los esfuerzos renovados para difundir el Mensaje y la Devoción de la Divina Misericordia. El 12 de julio de 1979, recibieron una respuesta del Prefecto de la Sagrada Congregación, ningún impedimento a la difusión de la Devoción a La Divina Misericordia en las formas propuestas por Sor Faustina. La respuesta de parte de sacerdotes, obispos y laicos de todo el mundo ha sido abrumadora y la devoción ha crecido más rápidamente de los que nadie esperaba.


Continúa en el siguiente enlace: http://www.divinamisericordia.org/elmensaje.html

lunes, 11 de enero de 2010

La esencia de la devoción a la Divina Misericordia

1 - La confianza: Define nuestra actitud ante Dios. Abarca no sólo la virtud de la esperanza, sino también la virtud de la fe viva, la humildad, la perseverancia y el arrepentimiento por las culpas. Es, simplemente , la actitud del niño que en cada momento confía ilimitadamente en el amor misericordioso y la omnipotencia del Padre celestial.

La confianza es la esencia de la devoción a la Divina Misericordia, hasta tal punto que sin ella, dicha devoción no existe. Ello se debe a que el acto de confianza es la primera y fundamental expresión de la adoración a la Divina Misericordia. La actitud de confianza ya de por sí (sin practicar otras formas de culto) garantiza las gracias de la Divina Misericordia a la persona que confía.

Deseo conceder -prometió el Señor Jesús- gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia (687). Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina. (1520)

La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.

Las gracias de mi misericordia -dijo Jesús a Sor Faustina- se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto mas recibirá. Las almas que confian sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. (1578) El alma que confía en mi misericordia es la mas feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. (1273) Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad. (1541)


2- La misericordia: Define nuestra actitud ante cada persona.

El Señor Jesús dijo a Sor Faustina: Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia: la primera es la acción, la segunda la palabra, y la tercera la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia. (742)

La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.

Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio. (1317) El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por los menos una obra de misericordia al día. Debes saber, hija mía -dijo Jesús a Sor Faustina- que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo (...) Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas. (1777)

fuente: http://www.faustina.ch/640x480/index_es.htm

sábado, 2 de enero de 2010

Promesas a quienes recen la coronilla de la misericordia

«Reza incesantemente este Coronilla que te he enseñado. Todo aquel que lo rece se hará acreedor a la Misericordia a la hora de la muerte...Los Sacerdotes lo recomendaran a los pecadores como última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si lo reza una vez tan solo, recibirá la Gracia de Mi Misericordia infinita. Deseo que todo el mundo conozca Mi Misericordia. Quiero conceder gracias inauditas a aquéllos que confíen en Mi Misericordia.» (Diario, 687)

«A las almas que recen esta Coronilla, Mi Misericordia las envolverá en vida y especialmente en la hora de la muerte.» (Diario, 754)

«Oh qué enorme caudal de Gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla: las entrañas de Mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla. Anota estas palabras, hija mía: "Habla al mundo de mi Misericordia; que toda la humanidad conozca Mi Insondable Misericordia...Cuando todavía queda tiempo, recurran al manantial de Mi Misericordia; que aprovechen de la Sangre y el Agua que brotó para ellos.» (Diario, 848).

"Cuando recen esta Coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como el Juez Justo sino el Salvador Misericordioso." (Diario, 1541)

«A través de ella (la Coronilla) obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con Mi Voluntad.» (Diario, 1731)


Fuente: http://www.juanpablomagno.org/DivinaMisericordia/DivinaMisericordia.Coronilla.htm

viernes, 25 de diciembre de 2009

La Natividad de la Misericordia hecha hombre

Queridos hermanos, la Paz este con ustedes!

Feliz Navidad! Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Comprender el misterio de la encarnación de Dios, un Dios espiritual que, en la plenitud de los tiempos se hace hombre, resulta dificultoso para el intelecto humano. Solo a través de la fe podemos adentrarnos en los misterios propios de nuestra fe cristiana. Los misterios son eso: revelaciones parciales que Dios nos hace que, aunque no llegamos a comprender plenamente, sabemos que por lo poco que se nos revelo -lo suficiente para que nuestra fe sea sólida- nos fortalezca el espíritu.

Este Dios espiritual se hace carne, se encarniza para asi comenzar una historia de salvación. Ahora es el Dios que no es ajeno a los sufrimientos, dolores, alegrias, enfermedades, etc humanos, no es un Dios al que le podemos decir: "Qué podés saber del sufrimiento humano, si sos puro espíritu?", no. Ahora Dios, en la persona de Jesús convierte nuestra vida en historia de salvación. Entonces da sentido al sufrimiento humano, porque ese mismo sufrimiento que padecemos los hombres, lo padeció también Cristo Jesús.
De esta manera podemos los hombres dar un sentido al sufrimiento humano, asimilándolo al de Jesús, que para eso vino al mundo. Juan Pablo II decía que "Jesús es el rostro divino del hombre y el rostro humano de Dios". Hace de puente para que los hombres alcancemos a Dios y que a su vez Dios conozca la miseria humana en carne propia, para nuestro bien y desde la iniciativa de su misericordia.

Contemplamos hoy a quien nace para que en su Pasión se manifieste la plenitud de su misericordia: la salvación. Contemplamos a un niño en un pesebre, y en ese niño se contempla la misericordia de Dios gracias a la contribución del "fiat" de María y aunque no expreso con palabras, pero si en la obediencia, el "fiat" de José, cuando sin titubear obedeció al ángel de Dios.
Para ello nació Jesús: para dar testimonio de la misericordia de Dios para con los hombres. Realizó milagros, sanó enfermos, resucitó muertos, congregó en la unidad a los hijos de Dios por medio del bautismo. Pero la sublime obra de Jesús, en obediencia a su Padre, nuestro Dios, fue dar lo mas grande que se puede dar, lo mas preciado: su vida. Y tuvo una humillante muerte de cruz, para que asi su misericordia sea aun mas excelsa y nos de a comprender que tan inmensa es como incalculable, en calidad de infinita misericordia.

Dios es infinitamente misericordioso, y hoy vemos esa misericordia descansando en un pesebre.

A todos, una feliz Navidad del Señor, que la Paz y la felicidad que nos trae el niño Dios se no termine el dia de hoy, sino que esta Navidad se perpetúe durante todo el año.

Dios los bendiga.-

martes, 22 de diciembre de 2009

Misericordia y sacrificios

Del Padre Alfonso Torres

El festín de San Mateo (correspondiente al décimo domingo del tiempo ordinario del ciclo A)

El hecho del banquete en sí mismo apenas si necesita declaración. Leví o
Mateo, transportado de gratitud y gozo por la gracia recibida, quiso
celebrarla a su modo ofreciendo un festín al Señor, al cual asistieron sus
antiguos compañeros de profesión, los publicanos, en gran número. San
Mateo mismo es quien lo dice del modo más expresivo, escribiendo: muchos
publicanos y pecadores... estaban a la mesa con Jesús. No tuvo Mateo nada
que se pareciera a los respetos humanos de Nicodemo, aunque su ambiente
era más descaradamente pecaminoso que el de este, antes al contrario hizo
fervorosa ostentación de su cambio de vida y de su amor a Jesucristo.

Ya en los antiguos imperios de la Mesopotamia era costumbre comer
recostado en un lecho. Desde los tiempos helenísticos debió introducirse esta
costumbre en Palestina como en Grecia y Roma. Conforme a ella se celebró
el festín de Mateo y por eso nos dice el Evangelio que los comensales
estaban, recostados a la mesa.

Si San Mateo hollaba los respetos humanos celebrando un banquete en honor
de Jesús, mucho más los hollaba el mismo Jesús comiendo con los
publicanos. Sabía muy bien el divino Maestro que los fariseos pondrían el
grito en el cielo cuando le vieran sentado a la mesa con hombres tan
despreciados, y sin embargo aceptó la invitación, para enseñar y probar
pública y solemnemente su amor a los pecadores, con obras y palabras. Con
las obras lo probó por el hecho de sentarse con ellos a la mesa; con palabras
por lo que vamos a oír.

Como vieran los escribas y fariseos que Jesús comía con los pecadores, se
acercaron a los discípulos, sin duda hallándolos acaso fuera de la sala del
festín, y les dijeron: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y
pecadores? Según San Mateo y San Marcos la acusación embebida en esta
pregunta iba dirigida singularmente contra Jesús, y sin duda tal era la
intención de aquellos hombres, aunque englobaran en sus palabras a Jesús y
a sus discípulos, como refiere San Lucas. Punto de obligación y de honra era
para aquellos sepulcros blanqueados apartarse altaneramente de los
pecadores como ya dijimos en otra ocasión.

Fue Jesús mismo quien respondió a la insidiosa pregunta, y quien nos ha
conservado la respuesta íntegra es precisamente San Mateo. Los otros
evangelistas la abrevian, mientras San Mateo la escribe de este modo: No
han menester médico los sanos, sino los que están malos, Id, pues, y
aprended qué quiere decir: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he
venido a llamar justos, sino pecadores (Mt. 9, 12-13). ¡Palabras benditas que
son el fundamento de toda nuestra esperanza! ¡Qué bendición hubiera sido
para los escribas y fariseos si las hubieran oído con humildad en vez de
encastillarse en la propia soberbia!

Como el buen medico acude a los enfermos y no a los sanos Jesús Médico
divino de les hombres, acude a los pecadores, a los que padecen la peor de
las enfermedades del alma, que es, el pecado. Y acude antes que se le llame.
Con amorosa solicitud nos busca para sanarnos, hasta cuando nosotros nos
olvidamos de nuestra salud espiritual.

Si los escribas, y fariseos en vez de acudir a los enfermos del alma huyen de
ellos y los rechazan es porque, leyendo las escrituras asiduamente, no
entienden lo que ellas, enseñan. El Señor había dicho por boca del profeta
Oseas: Misericordia quiero y no sacrificio (Os. 6,6). Quien conoce la índole de
la lengua hebrea sabe que el Señor no había querido decir con esta frase de
un modo absoluto que le desagradaban los sacrificios-lo cual por otra parte
hubiera sido un contrasentido, puesto que El mismo los había mandado-pero
sí que prefería a ellos la misericordia. La suprema ley es la del amor y a ella
se han de subordinar todas las demás. La misericordia no es más que una
forma del amor.

Por eso dice Jesús a los escribas y fariseos como a discípulos tardos y
desaprovechados: Id y aprended qué quiere decir: Misericordia quiero y no
sacrificio. Meticulosos hasta el ridículo en todo lo que era práctica exterior,
ignoraban lo más hondo y santo de la ley, que es la caridad. Si lo hubieran
conocido, ellos hubieran sido los primeros en desvivirse por los pecadores, en
vez de despreciarlos. Jesús al buscar a éstos no hacía más que ejercitar la
caridad, cifra a la vez y cumbre de todos los preceptos divinos. Aquellos
doctores infatuados, en vez de escandalizarse al ver a Jesús entre los
pecadores, hubieran debido imitar su divina misericordia y su celo insaciable.

¡Qué consuelo hubieran tenido los escribas y fariseos al oír tales palabras a
Jesús, si hubieran reconocido los pecados que llevaban en el alma! Pero
prefirieron embriagarse de soberbia a pedir humildemente la salud al Medico
divino, y a la vez se incapacitaron para gozar uno de los goces más puros e
íntimos del alma: el goce de sacrificarse por los pecadores y trabajar por
sacarlos del pecado.

Tácitamente fueron rechazados cuando Jesús siguió diciendo: Porque no he
venido a llamar justos, sino pecadores. Pues aunque Jesús había venido al
mundo para todos los hombres, si alguien se podía considerar excluido, no
por voluntad de Cristo, sino por propia voluntad, de su divino llamamiento
era quien creía bastarse, a sí mismo, quien se tenía por tan santo que
rechazaba la gracia del Redentor. Y tales eran los fariseos.

Pero veamos con más precisión el alcance de una sentencia tan consoladora
para nosotros. El sentido general de ella es el mismo que tiene la parábola de
la oveja perdida. Jesús, Buen Pastor, deja si es preciso las noventa y nueve
ovejas que tiene en el redil para buscar la oveja que se le extravió. Por eso
puede decir que no ha venido para llamar justos, sino pecadores. A la luz de
este sentido general se puede precisar todavía más el alcance de la
sentencia, Cuadra perfectamente con ella la doctrina de Santo Tomás, según
la cual si el hombre no hubiera pecado no se hubiera encarnado el Verbo de
Dios; tan perfectamente cuadra, que para defender lo contrario hay que
retorcer de algún modo las palabras que comentamos. Si se rechaza la
doctrina de Santo Tomás, ¿que sentido se podrá dar a la frase: no he venido
a llamar justos? Pero bajando de estas esferas doctrinales a lo más concreto
y práctico, hemos de añadir algo que sugiere la misma historia evangélica.

Cuando vino Jesús al mundo, encontró almas justas y a ellas se manifestó en
primer termino. Recordemos a la Virgen Santísima. San José, Zacarías,
Isabel, Simeón, Ana la profetisa y al Santo Precursor cuya vida y apostolado
considerábamos al comenzar el presente curso. Esto nos enseña que la frase
no he venido a llamar justos, ha de entenderse con las convenientes
atenuaciones. Por otra parte al empezar su ministerio público empezó Jesús a
encontrar pecadores en su camino. Todavía está fresco en nuestra memoria
el encuentro con la samaritana, y en la última lección sacra hubimos de
comentar la conversión de Mateo, el publicano que ahora obsequia al Señor
con un banquete. Estas dos series de hechos contrapuestos se armonizan
pensando que aun los justos que halló Jesús, lo eran por gracia de El mismo;
pero sobre todo recordando una delicada doctrina de San Agustín en su
comentario a la primera epístola de San Juan.

Para declarar el amor de los enemigos se vale el santo doctor de esta sencilla
imagen. Cuando un carpintero ve caído un tronco deforme y tosco, se alegra
y goza pensando en lo que de aquel tronco puede hacer. Su arte lo
transformará en objetos útiles y bellos. Pues así hemos de hacer nosotros al
encontrar enemigos, puesto que así hace Dios, cuando encuentra al pecador.
Se goza viendo lo que su poder divino y misericordioso puede hacer de, él.
Como decía San Pablo: todos los hombres pecaron y están privados de la
gloria de Dios (Rom. 3,23). Con ellos despliega Jesús su amor de celo, para
poder luego poner en ellos su amor de complacencia. En los justos se
complace y con los pecadores despliega el cedo que le devora.

Como expresión de ese celo exclama: no he venido a llamar justos sino
pecadores. El amor de celo, fruto de infinito deseo de hallar sus
complacencias en los, hijos de los hombres para bien de ellos, le trajo del
cielo a la tierra y gobierna como norma suprema sus trabajos y sus
sacrificios. Su deseo de poder complacerse en los hombres le hace
entregarse sin reserva y ante todo a convertir pecadores.

(Lecciones Sacras sobre los Santos Evangelios, Ed. Escelicer, 1945, Pág. 389-394)


fuente: http://www.homiletica.org/ive0367.pdf

lunes, 14 de diciembre de 2009

Promesas, bendiciones y beneficios de rezar el Santo Rosario

Hola hermanos la Paz este con todos ustedes.

Existe una relación entre rezar el Rosario y la Coronilla a la Divina misericordia. Ambas se rezan con el mismo Rosario y casi de la misma manera. Y ambas, además de ser armas poderosas para el alma, nos otorgan beneficios y bendiciones, de acuerdo con las promesas dadas por María Santísima. Tanto el rezo del Santo Rosario como de la coronilla a la misericordia tienen como finalidad la salvación, no por un acto milagroso de Dios, sino por acrecentar nuestro amor hacia Él. Nos salvamos porque aprendimos a amar a Dios y a vivir en amistad y amor con Él. Y este aprendizaje tiene como maestra a la Madre de Dios, Santa María. Ella, mediante el rezo diario del Santo Rosario, nos acerca y nos configura más a Jesús y esto, unido a la devocion por la coronilla de la divina misericordia, nos hace conocedores de la misma misericordia de Dios, atributo magnífico, insondable e infinito de Dios.
Por María, a Jesús, y por Jesús, en su máxima expresión que es la misericordia (y que quedó sellada en la cruz una vez y para siempre), al Padre, dejando asi expuesto su amor por cada criatura.

En esta ocasión cito las promesas, bendiciones y beneficios de rezar el Rosario. Mas adelante publicaré los beneficios de rezar la coronilla a la Misericordia, de acuerdo al diario de Santa Faustina Kowalska.

Un cálido y fraterno saludo en el Señor, y que Él les de su bendición. Gracias por visitar este blog.


Las Quince Promesas de la Virgen María a quienes recen el Rosario


1
. Aquellos que recen con enorme fé el Rosario recibirán gracias especiales.

2. Prometo mi protección y las gracias mas grandes a aquellos que recen el Rosario.

3. El Rosario es una arma poderosa para no ir al infierno, destruirá los vicios, disminuirá los pecados, y defendernos de las herejías.

4. Se otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y vanidades, y los elevará en su dedeo por las cosas eternas. Las mismas almas se santificarán por este medio.

5. El alma que se encomiende a mi en el Rosario no perecerá.

6. Quien rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la recompensa de la vida eterna.

7. Aquel que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.

8. Aquellos que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.

9. Libraré del purgatorio a aquienes recen el Rosario devotamente.

10. Los niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.

11. Obtendrán todo lo que me pidan mediante el Rosario.

12. Aquellos que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.

13. Mi hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mi al rezar el Rosario tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la muerte.

14. Son mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único hijo, Jesus Cristo.

15. La devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.


Las benediciones del Rosario


1. Los pecadores son perdonados.
2. Las almas sedientas son refrescadas.
3. Aquellos que son soberbios encuentran la sencillez.
4. Aquellos que sufren encontrarán consuelo.
5. Aquellos que estan intranquilos encontrarán paz.
6. Los pobres encontrarán paz.
7. Los religiosos son reformados.
8. Aquellos que son ingnorantes serán instruídos.
9. Los vivos aprenderán a sobrepasar el orgullo.
10. Los muertos (las almas santas) aliviarán sus dolores por privilegios.


Los beneficios del Rosario


1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesus Cristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y meritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.